lunes, 16 de agosto de 2010


Anoche me desvelé ardiendo, empapado por un sudor ajeno con un aroma sospechosamente familiar pero desconocido realmente, miré al otro lado de la cama pero de nuevo solo me acompañaba un extraño vacío y unas arrugas amenazantes en las sabanas que me indicaron que de cierta manera no había pasado solo mis escasas e inquietas horas de sueño.
Nunca suelo recordar mis sueños, de ellos solo queda una frecuente sensación de cansancio y de zozobra que solo consigo ahuyentar con sorbos de un café amargo que indigestaría al mismísimo Satanás. Pero en esta ocasión no he conseguido ser presa de mi provechoso alzheimer matutino, de manera que durante todo el día no he podido dejar de reproducir escena por escena mi sueño, recordando perfectamente el motivo del mismo, la figura de una eterna desconocida que se adueñaba de mi colchón, mis fantasías y proyectos. Dotada con una voz articulada por el eco de antiguas pasiones, cabellos despeinados por las llamas del incendio creado en mi mente y un suave cutis de brasas que provoca quemaduras de tercer grado en la piel de mi irracional entendimiento.
Puede que el hecho de no recordar mis sueños sea un mero mecanismo de autodefensa que me mantiene alejado de los fantasmas pasados , y probablemente de los problemas venideros, que se esconden en algún remoto e inactivo recoveco de mi joven pero reseca sesera. Por eso cada vez que suena el despertador, me prometo no ser consciente de nada de lo que sucede en mi cabeza mientras duermo y ensuciar mi estómago con el peor café de la estantería del supermercado para tener entretenida la memoria de mis anhelos nocturnos y mantener la cordura que aún conservo.

martes, 10 de agosto de 2010


No se bien la razón pero últimamente el escribir se ha convertido en una especie de reto para mí, asimilable en cierta medida al sexo, nunca sé si estaré a la altura de las circunstancias, cada vez que me siento frente al ordenador y paseo mis manos sobre el teclado me siento como un chico de 15 años enfrentándose a la sexualidad por primera vez con los pantalones bajados hasta los tobillos y la voz entrecortada por los agridulces nervios que provoca una situación tan esperada.
Siempre hacía caso omiso cuando escuchaba comentarios sobre el miedo al papel en blanco, era algo que no tenía cabida en una mente fértil como la mía , pero con la llegada del verano mi imaginación y mi valor ante el escritorio y la hoja vacía se han convertido en un terreno árido digno del mejor escenario de cine del oeste. Reconozco que he tenido ciertos gatillazos de creatividad, ciertos momentos cumbres que han flaqueado al encontrarse con el papel y de los cuales me he tenido que disculpar, no solo ante mi mismo sino que ante mi pc también, con las más típicas pero en ocasiones útiles escusas, como por ejemplo: esto es la primera que me pasa, no se como ha podido suceder o hoy me duele la cabeza, la semana que viene mejor.
Para poder darme algo de tiempo y así poder hacer una terapía con tintes autodestructivos de la que hoy intento recoger los frutos aunque ,siendo sincero, siento que todavía están un poco verdes debido a este desasosiego que se adueña de mis dedos cada vez que golpean una tecla.
Hoy una gran cantidad de sensaciones vuelven a aflorar al sentarme frente a mi mesa, como antes he dicho es como una primera vez o mejor dicho como una primera vez después de mucho tiempo como un cocainómano rehabilitado ante una raya después de dos años sabiendo que volverá a caer en la tentación en cuanto menos lo espere, pero al contrario que este caso yo espero volver a engancharme al sano vicio duro de la escritura que tantos momentos de cavilación me aporta en noches caseras como esta.