El mar ha quebrado su movimiento,
tan solo la brisa trae un recuerdo
que arrastra salitre y tormento.
Soy el único habitante aquí,
hace tiempo que todos marcharon
en busca de su propio paraíso.
Las olas habitan en el abismo,
creado por sus huellas desdibujadas
en el momento de la despedida.
Ya no quedan adioses ni pretextos,
solo arena y conchas rajadas
que hieren la falda de nuestra playa.
Resido en la sombra del olvido,
al abrigo de la tormenta,
aguardando que amaine el temporal.
La luz del faro dejó ya de iluminar
los filos de aquellos acantilados
que nunca dejaremos de caminar.