Al filo de la madrugada
podías ver los jinetes lentos
rompiendo el amanecer.
Llenaban de bruma
Los difusos senderos del horizonte,
Besando crepúsculos de aurora
Con sabor a polvo y rocío.
Las zancadas devoraban el día,
Mientras el valle aletargado
Florecía de sombras y sigilo
confundido entre el azar y el destino.
Sus caballos infatigables
Corrían contra la mañana,
Extasiados por el insomnio
En busca del anochecer.
Herraduras forjadas de ocaso
Y crines perfumadas de atardecer
Trotaban y bailaban fugaces
Como el rayo al desaparecer.