El
frío se ha adueñado
lentamente
de la tarde;
las calles son
desiertos
repletos de hojas
muertas
y de perros
abandonados.
El miedo dibuja su
refugio
en las luces de
las ventanas,
mientras a tan
solo seis metros,
muestra su
verdadera crudeza.
Las aceras
proyectan el dolor
que los hogares
tratan de evitar,
la gente huye de
las imágenes
que se esconden
fuera del cristal.
El volumen elevado del televisor
y el calor alienado del salón
omiten los sollozos del sistema
que permanecen a pie de
calle.
Sin embargo, un día
cualquiera,
la verdad llamará a la
puerta
y nada podrá parar al
frío,
que devolverá todo a su
lugar.
El vidrio y su protección
resquebrajarán su
mentira,
ante un vendaval de dudas
y preguntas sin respuesta.
Los de abajo alzarán su vista,
reclamarán la calidez y la vida
que sintieron arrebatadas,
a las que no tuvieron opción.
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