domingo, 27 de noviembre de 2011

Viendo la rueda girar...

Todo gira sin cesar. El mundo, como la vida, nunca se detiene y nos sumerge en su frenético movimiento, sin darnos cuenta de que, como surcos de neumático que somos, nos vamos desgastando a medida que la existencia aumenta la velocidad.

Como buen soñador frustrado, siempre he deseado encontrar la manera de frenar en seco e independizarme del movimiento. De esta manera, podría observar las peculiaridades de sus giros y comprender las motivaciones de su ritmo colérico. No obstante, como siempre nos han demostrado, pasar de cien a cero puede implicar dos cosas: una colisión mortal o perder definitivamente el ritmo de la carrera.

Desgraciadamente, no podemos detenernos indefinidamente a ver la vida pasar sin sumergirnos en el desgaste global en el que todos acabamos inmersos, puesto que nos convertiríamos en la eterna rueda de repuesto que espera el pinchazo oportuno. Sin embargo, nunca está de más reducir la velocidad, sin llegar a detenernos, buscar explicaciones y encontrar un ritmo propio que nos ayude a sobrevivir siendo fieles a nosotros mismos.

domingo, 21 de agosto de 2011

SALPICADURA

No recuerdo todavía en que momento llegó, tampoco conozco el motivo por el que se sentó a mi lado, tan solo sé que, desde el instante en que noté su presencia, hubo algo que me turbó, su indiferencia.

Me encontraba sentado en un banco de un parque céntrico de la ciudad, a salvo del sol y de los ríos de turistas que recorren las calles en busca de fotos, souvenirs y curiosidades que contar a sus amistades a la vuelta del viaje. Mientras, aprovechaba para continuar leyendo una novela que me ocupaba en ese momento.

Se sentó a mi lado cuando yo me encontraba inmerso en un laberinto de personajes, investigaciones y olor a colilla apagada media hora antes. En un inicio, no me percaté de su llegada, pero sentí algo extraño, una compañía que no pretendía ser tal, sino que invadió mi espacio cubriendo al banco, y a mí mismo, de una tremenda ausencia que inconscientemente se apoderaba de ambos.

La observé de reojo, tal y como un cobarde trata de enfrentarse ante un posible problema; me sentí incómodo debido a la inadvertencia que le provocó mi presencia, intenté dar señas que pudieran captar su atención, pero solamente obtuve como respuesta un silencio que me otorgaba una sensación de transparencia ante mi inesperada compañera.

Todas estas sensaciones me turbaron, descuidé mi lectura para convertirme en un ser diminuto a la sombra de un gigante inexpresivo al que todavía no había podido poner rostro; únicamente pretendía recuperar una porción de dignidad enmascarada en un simple: hola o buenas tardes; esos simples formalismos me liberarían de una jaula opaca que ahogaba y ocultaba la vida que se encontraba en el interior, una vida, la mía, que reclamaba salir a la luz de los seres corrientes y abandonar esa jaula improvisada de soledad e indiferencia.

De esta manera, desolado por mi transparente frustración, decidí abordar la situación por métodos más "agresivos", como un malogrado ataque de tos repentina o el ofrecimiento de un pitillo a modo de reconciliación, dando muestras de mi urbanidad, aunque en realidad sabía que esa acción sería como ofrecerle mi parte de venganza, sus diez minutos menos de vida a costa de su mala educación.

A pesar de mis esfuerzos, el silencio dotó al encuentro de un aire hostil, así que decidí entrar en acción, movido por el sentimiento de orgullo de todos aquellos perdedores que no aprendieron a reconocer sus derrotas previamente consabidas; me dispuse a iniciar una conversación, o al menos intentarlo, si no conseguía captar su atención y no obtenía la dignidad que me había arrebatado sin querer, me retiraría pero lucharía hasta el final para conseguir mi objetivo. Tuve la sensación que tiene todo aquel que espera su momento en la vida, como el olvidado que vuelve a por su minuto de gloria después del fracaso; así que tragué saliva y mi dirigí a ella: Hola...perdona... ¿puedo hacerte una pregunta?...que calor hace hoy ¿verdad?... ¿verdad?

Fracasé de nuevo, aunque lo intenté dando muestras de mi mejor sonrisa y mi amabilidad (que ya creía olvidadas), por lo que volví a caer en el fondo del pozo de la humillación, donde la insatisfacción y la desolación se mezclan con un barro húmedo que, poco a poco, iría cubriéndome de pies a alma, ahogando mis esfuerzos por convertirme en el prototipo de ser social que tanto promocionan los programas de televisión, los anuncios de dentífricos y de zumos de fruta.

Así que encontré en aquella chica sin rostro a mi propia soledad y confusión respecto a la demás gente, la voz acallada involuntariamente del ignorado.Confundido y embriagado por el destierro silencioso al que me veía forzado en aquel lugar público, decidí llegar al fondo de la cuestión,averiguar cual era la razón para tal falta de condescendencia y rechazo. Finalemnte, me puse en pie, en un gesto heroico, digno de gesta, me situé frente aquella muchacha, que encarnaba el papel opresor de un jefe tirano, y le dí una palmada, suave pero firme, en el hombro de la cual ya no podría evadirse de ninguna manera; la chica alzó la cabeza a la vez que se quitaba unos auriculares de los oídos y me dijo con una mezcla de miedo y desprecio:

-¿Que quiere?

-¡Mi vida!

Inmediatamente escupí hacia el suelo, comprobando en su rostro una expresión a caballo entre la estupefacción y la sorna; aquel gesto me devolvió al mundo alejado de héroes en el que vivimos y pude comprobar que parte de mi esputo me había salpicado, por lo que, avergonzado, deshice mi torpe valentía y comprendí que mi osadía, mi momento glorioso y de protesta por esa incomprensión se convirtió en un simple resto de saliva en el pantalón. La muchacha y el resto de los comunes me habían devuelto mi propia jugada, sin posibilidad de buscar más alivio que el de otro banco alejado en el que no tuviera que enfrentarme con otra cosa que mi libro y mis ganas de tranquilidad.

martes, 17 de mayo de 2011

Camino de vuelta a mi barrio por las aceras de estas calles evocadoras. Con cada paso voy recomponiendo cada uno de nuestros momentos, reflejados en el agua fresca de sus charcos.

Cada día desvío mi trayectoria para comprobar los lugares donde forjamos nuestra historia, todos siguen esencialmente igual, como las sensaciones que despierta mi teléfono móvil al recibir cualquiera de tus llamadas.

Tu voz, convertida en retales de antiguas canciones, me acompaña al adentrarme en el bulevar que atraviesa el hueco de tu espalda; mientras en cada esquina se reunen motivos y recuerdos, que hacen que esta ciudad se convierta en el escenario de cada uno de nuestros encuentros.

A través de los cristales de un bar veo los asientos de madera que guardan mi nudo en la garganta y el secreto de un primer beso; mientras que en la cola de un concierto se plantean los nervios que, más tarde, se calmarán al abrigo de un coche, en su asiento trasero.

Al cruzar el puente observo las macetas llenas de roces y miradas, y compruebo que estos lugares nos han hecho a ellos, o bien que nosotros hemos hecho nuestros estos rincones a fuerza de risas y vueltas a casa.

Sin lugar a dudas, cada instante se ha ido conviertiendo en el graffiti imborrable de los muros de nuestras calles, hecho de la pintura más pura e indeleble que pueda existir, aquella que tanto habíamos tardado en encontrar.

viernes, 22 de abril de 2011

Salías del mismo lugar de siempre cuando te vi, tenías la muerte pisándote los talones, como una extraña aliada que te sumergía cada vez más en su gélido abrazo de cuenta atrás esperada. Seguías el mismo camino que antes, de la taberna(que marcaba tu ocaso) a casa.

Esta vez todo era distinto, tus pasos eran lentos y calculados, tu mirada parecía exhausta, andabas luchando por cada bocanada de aire que te llevara a la cama, tal y como antes guerreabas por no desperdiciar ninguna calada. Incluso habías cambiado tu soledad por esa fría sombra que desde hace dos inviernos te acechaba; pero ahora ya no había nada que pudiera enmascararla, ni la ebriedad de tus mejillas, ni tu nuevo aspecto aseado, preparado para recibir a tu triste compañera.

Eras testigo del cercano desenlace, asistías con cada golpe de vaso a tu propio crimen, desde ese lugar privilegiado de la barra, que convertiste en tu exclusivo calvario. Tal vez paliabas con el humo el desangelado aire de tu cuarto y llenabas con el ruido de fondo del bar el espeso silencio que reinaba en cada rincón de tu piso.

La otra tarde te vi, volvías a casa como siempre, nuestras miradas se cruzaron un instante y te adentraste en la oscura soledad de tu zaguán, la antesala de tu sospechado porvenir.




lunes, 18 de abril de 2011

Aunque tu no lo sepas...Buenos dias

Cuando te despiertas de buena mañana escuchando una canción querida en la cabeza no puedes evitar buscar cual es el motivo de que aparezca tan súbitamente.

Desde la cama intentas atar cabos, recomponer sueños y van llegando señales que empiezan a encajar con tus suposiciones; miras hacia arriba y a los lados, buscas por toda la habitación y ves que queda un rastro de olor, una foto en un tablon y un surco de lágrima en la mejilla.

Aunque tu no lo sepas te añoro cada noche, mis sabanas te llaman a todas horas porque,al igual que yo, se han hecho adictas al roce de tu cuerpo.

Aunque tu no lo sepas mi casa se vuelve oscura cada vez que atraviesas el umbral de su entrada para marchar a casa.

Aunque tu no lo sepas las noches y los dias más especiales de mi vida los estoy pasando a tu lado, colgado de tu sonrisa.

Aunque tu no lo sepas me encantaria poder darte cada mañana,entre sabanas y miradas, estos buenos dias que pretendo regalarte.

martes, 29 de marzo de 2011

La antigua puerta de madera daba a un patio oscuro donde cada noche creábamos un mundo aparte a las vidas que pasaban por detrás de las rejas y miraban con sorpresa lo que allí dentro ocurría; como si fuera un espejismo de momentos deseados, ajenos a días laborables, preocupaciones y prisas.
Dentro de esas cuatro paredes el tiempo no corría como era habitual en él, no existían manecillas ni minuteros que pudieran marcar esos instantes tan deseados .Los minutos eran fugaces y se mezclaban entre besos, confidencias y deseos que esperaban cruzar el umbral para verse realizados.
En ese lugar creábamos nuestra realidad. Las cuatro paredes desconchadas eran un reducto de dos, no cabía nada más, ni el trabajo, ni las clases, ni los miedos, ni el hambre. Todo quedaba fuera del cristal, como una imagen borrosa y empañada que, tan solo, nos acechaba cuando alguna vecina entrometida decidía volver a su casa o un cercano ruido de pasos se colaba por las rejillas de los ventanales y contaminaba nuestro peculiar ecosistema.
Después de estas intromisiones (cuando nos dábamos cuenta de que el otro mundo llamaba al timbre, de que los autobuses no esperaban y que quedaba un largo camino a casa) decidíamos abrir la puerta a la gris realidad del día a día y las tareas pendientes. Un abrazo, otro beso y volvíamos cada uno a su mundo;Yo, papeles garabateados y arrugados en los bolsillos, tomaba la calle; Tú, alegría y fuerza, subías las escaleras a toda prisa.
Hasta mañana, posiblemente a la misma hora.

domingo, 6 de marzo de 2011

La otra noche,no fue una noche como tal, revolcándome en la nostalgia me descubrí revisando viejos vídeos en los que se fumaba y se charlaba a la vez, en los que las conversaciones eran profundas e interminables y la banalidad brillaba por su ausencia.

El humo se mezclaba con las palabras, haciendo una conjunción casi mística de ambos, ofreciéndome una extraña sensación de desamparo.Al terminar, me asomé a la ventana para intentar capturar, con mi trampa humeante, alguna palabra alentadora, algún razonamiento que vagara perdido por el bullicioso aire de la calle. Esperaba cazar alguna reflexión perdida, ansiosa de ser acogida por el humo de un cigarrillo mal preparado. La calle ofrecía un espectáculo dantesco, las personas que deambulaban por las aceras presumían de una felicidad trivial, enfrascada en vasos de plástico y sonrisas tediosas que reflejaban la tremenda sinrazón que nos envuelve.

Fue entonces cuando la vi, pasó a mi lado y se quedó jugueteando con la lumbre que sostenía mi mano, se mezcló con el humo y se adentró en mi interior a la vez que aspire tan ansiada bocanada. Todo empezó a encajar y me di cuenta de que el tiempo de las charlas y de las palabras llenas había pasado, se había desvanecido con el humo del tiempo y del progreso, si así se le puede llamar.

El humo y los valores poco a poco han ido evaporándose de nuestras vidas, dando lugar a un aire tan limpio como corrupto, purificado de manera estéril para cuidarse de cánceres diagnosticados en forma de pensamientos, que puedan embrutecer el horizonte del conformismo y de la uniformidad, en el que brilla un sol repleto de míseros lujos, palabrería vacía y ataques de poder.

Al terminar mi cigarro, al desaparecer el humo, he vuelto al frío de mi cuarto, a la soledad de creer haber visto algo tan difícil de encontrar en la actualidad, hambriento de nubes cargadas de juicio que me abriguen de esta sensación de vacío.

viernes, 28 de enero de 2011

Llámalo equis


Hasta hace poco he sido uno más de aquellos que pensaban que no hay nada que quede fuera de nuestro alcance; uno más de los que creen que somos los dueños totales de nuestra existencia, la cual manipulamos a nuestro gusto y de la que obtenemos los frutos que nosotros mismos hemos cosechado con nuestras acciones.

En cierta manera, sería un absurdo negarnos ante esta postura,no podemos darle la espalda a una evidencia, nuestro futuro se configura por el resultado de nuestros actos y las conductas que hemos ido adoptando a lo largo de nuestro camino.

Sin embargo, alguna noche que otra, ciertas dudas vienen a visitarme e intentan romper los esquemas mentales que con tanto esfuerzo me intentaron imponer.¿Podemos controlarlo todo en nuestra vida?¿Donde termina nuestro poder para decidir y actuar en nuestras propias realidades?

Esas dudas son como mosquitos que intentan introducir su aguijón en la piel de una mentalidad basada en la linealidad y en la asimilación de las palabras trabajo y monotonía con la palabra vida. En verdad, como personas o animales que somos, no creo que esté todo a nuestro alcance; siempre hay un hecho inesperado, un cambio en nuestra fortuna, un hecho que ha alterado el rumbo total de nuestras expectativas y ha puesto de manifiesto que ante ese "algo" totalmente ajeno a nuestra razón y voluntad, en muchas de ocasiones, no hemos podido intervenir ni prever su llegada.

Llámalo equis, llámalo destino o llámalo energía; pero, en efecto, es uno de esos factores que entran a formar parte en el juego de la vida, una de esas ráfagas de aire que mueve las ramas de nuestra azarosa realidad.