martes, 17 de septiembre de 2013

Guardé la lluvia
en el tercer cajón,
esperando que volvieras,
esclavo de tu redención
mientras nuestros océanos
se derramaban por la escalera.

Naufragué sobre el colchón,
bajo un diluvio de hojas secas,
tatareando tu canción
al son de una melodía ajena.

Busqué las risas en el balcón,
bañadas por la luna nueva,
y acaricié los gemidos del sillón
de una eterna noche en vela.

Tan solo encontré un remedio:
morder el insomnio de tu ausencia,
el único placebo que calma la espera.


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